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EL POTENCIAL ENFERMANTE DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS

 Los dolores deberían tomarse como advertencia
imagen: wgroesel
El trabajo, los estilos de vida y las obligaciones familiares, acaban por percibirse como duras cargas que golpean una y otra vez nuestro cuerpo, llenándolo de dolores y enfermedades psicosomáticas.


Existen múltiples razones por las que las personas se declaran estresadas. La persona estresada parece presentar un “equilibrio inestable o desestabilizante”, que en ocasiones puede abarcar un periodo corto de tiempo y otras veces puede alargarse durante años. Lo que está claro es que el estrés influye en nuestra salud y modifica el funcionamiento general del organismo, y por lo tanto, hablar de estrés implica relacionar las funciones psíquicas con las somáticas.
En muchas ocasiones y sin ser conscientes de ello, acudimos a los servicios médicos aquejados de dolores musculares, contracturas, cansancio físico generalizado, taquicardias, mareos, dificultad para respirar, y trastornos intestinales entre otros. En casos como estos, los pacientes demandan una atención médica que en principio no puede verse tratada debido a la imposibilidad de atribuir tales síntomas a enfermedades conocidas.
Todos estos síntomas siempre suelen ser severos y discapacitantes por lo que la persona que los padece se coloca en una situación de nerviosismo y desesperación por no saber el origen de sus dolencias ni poder paliarlas.
Sin embargo, todos los orígenes de las enfermedades somáticas se encuentran en el contexto biopsicosocial de la persona. Los trabajos profesionales, los distintos estilos de vida, o las obligaciones familiares, en vez de constituirse como ámbitos enriquecedores del individuo, pasan a convertirse o percibirse como duras cargas que golpean una y otra vez nuestro cuerpo. Este continuo “golpeteo” sobre nuestro organismo va produciendo daños en muy distintos niveles.
Interiormente, emociones negativas como el sufrimiento, el miedo, la culpa, la ira y cualquier tipo de sentimiento que origine conflicto, son entidades que funcionan como condicionantes para la producción de cualquier tipo de enfermedad psicosomática. Todos estos fenómenos psíquicos son muy dañinos para el cuerpo, creando tarde o temprano afecciones corporales serias.
Desde el punto de vista psicológico, muchos de los síntomas somatizados, se entienden como una expresión simbólica de conflictos interiores, y otros parecen más una consecuencia directa del estrés.
Por ejemplo, los pequeños problemas y dificultades que vivimos cotidianamente se suelen ir acumulando especialmente en la columna vertebral, estructura principal de nuestro cuerpo, y van generando a su vez otra serie de problemas asociados. A otras personas, los conflictos y tensiones diarias pueden afectarles más en el ámbito intestinal. El famoso “colon irritable” responde normalmente a patrones nerviosos de la persona.
Cada persona, en función de su estructura corporal y personalidad, reacciona de manera diferente ante el estrés y ante las distintas emociones negativas, obteniendo en cada individuo diferentes resultados o problemas orgánicos. Aquellas personas más vulnerables a las somatizaciones tienen más dificultades para simbolizar sus vivencias cotidianas y esto conduce a una canalización hacia la esfera de lo corporal. Digamos que los estímulos que recibimos, en vez de ser “digeridos” y expulsados, se quedan guardados en nuestro organismo, dañando y provocando dolores físicos.
A pesar de todo, estos dolores ofrecen a la persona la oportunidad de cambiar de actitudes y perseguir las metas que nos ayuden a reestablecer la salud mental y corporal. La relajación, el control de las emociones negativas y un estilo de vida saludable podrán ayudarnos en este a veces “complicado” camino.







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