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SÍNDROME DE TOURETTE. Más allá de los tics, los trastornos asociados provocan un mayor malestar en los niños y niñas que lo padecen.


La depresión también
 ha sido encontrada en asociación
 al síndrome de Tourette.
Imagen: ColinBroug
Se trata de una enfermedad crónica, que si bien no es degenerativa, si implica secuelas que van acumulándose desde la infancia y dificultan el ajuste social y emocional del propio paciente.

El síndrome de Tourette es reconocido en la actualidad como un trastorno neurológico, y aunque su diagnóstico va en aumento, sigue siendo considerado raro y desconocido por gran parte de la población y por muchos profesionales de la salud.

  Hablar del síndrome de Tourette implica hablar de tics, pero por encima de las creencias populares, destaca una realidad que sitúa a los trastornos comórbidos como verdaderos protagonistas y como causantes principales de un mayor malestar en el mismo. 

El Síndrome de Tourette se caracteriza por la presencia de tics motores y uno o más tics vocales o sónicos.
Los tics son movimientos, gestos o vocalizaciones que se producen de una manera súbita, que varían a lo largo del tiempo y tienen un curso y evolución cambiante y variable.

Es común que a partir de la segunda década de la vida del paciente, los tics puedan llegar a desaparecer casi en su totalidad, aunque las investigaciones marcan que por lo menos un 20% de los pacientes con el síndrome, siguen experimentando tics clinicamente deteriorantes en su vida adulta. 

El trastorno de la Tourette aparece generalmente en la primera infancia y se encuentra unido a una serie de trastornos comórbidos entre los que destaca el Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y el Trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Resulta muy frecuente también su asociación con la depresión, con los trastornos de personalidad, dificultades de aprendizaje, trastornos de sueño y episodios de ira, entre otros. 

Este síndrome lleva el nombre de Gilles de la Tourette, un médico francés que en 1885 estudió los síntomas propios del trastorno en diferentes pacientes que presentaban movimientos incontrolados junto con vocalizaciones extrañas, e incluso algunas de ellas con contenido obsceno. 

A pesar de ser calificada por Gilles de la Tourette como una condición neurológica, queda relegada posteriormente a una condición psicógena, señalándose causas psicológicas a su origen . No es hasta 1960 cuando vuelve a tomar protagonismo la posibilidad de la existencia orgánica del trastorno, al comprobar que los fármacos neurolépticos ofrecían buenos resultados en el tratamiento de los síntomas. 

En la actualidad no se conoce con certeza el origen exacto del trastorno aunque parece existir una disfunción en los ganglios basales, junto con una importante base genética tener en cuenta.

El Síndrome de Tourette puede darse en un margen de cinco a treinta niños por cada 10.000 habitantes, y entre uno y dos adultos por cada 10.000 habitantes. Se da con mayor frecuencia en el género masculino, con unas estimaciones de tres a cinco veces más en varones que en mujeres. 

Para muchas personas e incluso para muchos profesionales de la salud y de la psicología en concreto, el Síndrome de Tourette es sinónimo de Tics e incluso sinónimo de coprolalia, una patología caracterizada por la pronunciación de palabras obscenas. Sin embargo, y en contra de las creencias extendidas, la presencia de coprolalia suele ser mínima y transitoria, ocurriendo sólo en la minoría de los casos. 

Trastornos asociados al síndrome de Tourette 

Cierto es que los tics pueden ser causantes de gran malestar y rechazo social, pero a esta realidad ha de añadirse aquella referente a los trastornos asociados al síndrome. Como se ha comentado anteriormente, el Síndrome de Tourette suele estar acompañado de otra serie de trastornos comórbidos. Las investigaciones más actuales evidencian una conexión entre el TDAH y el TOC, siendo ambos parte integral del síndrome. 

El TOC es el trastorno de ansiedad más común en los pacientes con Síndrome de Tourette. Diferentes autores sitúan el porcentaje de los mismos entre el 11 y el 80%. Cabe señalar que los pacientes con Síndrome de Tourette y TOC se caracterizan a su vez por presentar tics más severos, mayores niveles de depresión, de estrés y en general, un peor funcionamiento en todos los ámbitos.

El TDAH es la condición comórbida más comunmente encontrada en el Síndrome, afectando del 21 al 90% de todos los pacientes. 

La depresión también ha sido encontrada en asociación al síndrome, aunque no se conoce con certeza cuál de los múltiples factores etiológicos pueda tener más peso en su aparición. En un principio, algunos autores sugirieron que la principal causa de la depresión en pacientes con síndrome de Tourette era la carga de padecer una enfermedad crónica.
Sin embargo, según otros autores, esta creencia no explica la elevada frecuencia de trastornos del ánimo en pacientes con el síndrome. 

Por otra parte, los trastornos de la personalidad, en especial los rasgos esquizotípicos también han sido encontrados en gran parte de los pacientes con el síndrome. El trastorno esquizotipico se caracteriza por una serie de trastornos cognitivos diversos y distorsiones perceptivas (ideas de referencia, ilusiones corporales, experiencias telepáticas y de clarividencia extrañas) además de un comportamiento excéntrico, socialmente inadecuado y ansioso. 

Algunos factores como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, las conductas obsesivo compulsivas, la intensidad de los tics, problemas psicosociales, o lo fármacos empleados, pueden influir en los niños con síndrome de Tourette, provocando en ellos pobres actuaciones o resultados escolares y dificultades generales en el aprendizaje. La presencia de los trastornos del sueño se ha descrito también en personas con síndrome de Tourette, destacando el insomnio y una variedad de parasomnias como el sonambulismo, terrores nocturnos, pesadillas, somniloquia, o enuresis.

En cuanto a las expresiones de enfado, comentar que la ira, la agresividad y la obstinación, son reportados en el 60% de los niños con síndrome de Tourette que solicitan atención médica o psicológica (Sukhodolsky et al., 2009). Estos arranques explosivos de violencia física o verbal, se precipitan ante mínimas provocaciones, tras la cual, el niño con frecuencia siente un gran remordimiento. 

Por tanto, reducir el Trastorno de la Tourette a un trastorno de tics implica no prestar atención a la totalidad del síndrome, obviando necesidades a ser tratadas en el paciente. De ahí la importancia de realizar un correcto diagnóstico y atender a la totalidad de los síntomas de una forma global. 





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