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SECUELAS IMPORTANTES. Cada año en España se producen una media de 6.000 nuevos casos de Traumatismo Craneoencefálico en niños

El niño deberá recibir un
 tiempo de atención más amplio,
que equilibre la lentitud de
 su procesamiento mental.
Imagen: CULS130456
Muchos de los trastornos cognitivos provienen de lesiones en la parte pre-frontal de la cabeza, provocando alteraciones cognitivas y cambios en el comportamiento.


Un traumatismo craneoencefálico (TCE) es una lesión provocada por un golpe o impacto externo, en el que el cráneo y las estructuras cerebrales quedan dañadas.

Existen ocasiones en las que las secuelas físicas pueden ser identificadas sin problema, como por ejemplo en los casos de lesiones evidentes de fracturas visibles o daños internos graves. Si bien, hay casos en los que las secuelas neurológicas pueden ser invisibles a la vista, y acaban siendo reflejadas en forma de trastornos de memoria, atención o razonamiento entre otros.

Los datos estadísticos exponen que cada año en España, emergen 6.000 nuevos casos de TCE en niños.
Cierto es que su estructura craneal aun no suele estar lo suficientemente desarrollada como para proteger de manera eficiente al cerebro de los golpes externos. A esto se le suman otros factores de riesgo como la impulsividad característica en algunos niños, el desequilibrio corporal que adquieren en su etapa de crecimiento o la menor sensibilidad al peligro. Estos aspectos son predisponentes para sufrir golpes o traumatismos en la cabeza. 

Debe destacarse también, que al mismo tiempo, cuanto menor es la edad del niño que sufre el golpe o TCE, existe una mayor posibilidad de recuperación de las funciones dañadas o lesionadas.

Diferentes tipos de alteraciones.

Los niños que han tenido un fuerte golpe en la cabeza pueden desarrollar  diferentes tipos de alteraciones que afectan tanto a su comportamiento como a sus funciones cognitivas.
Muchos de los trastornos cognitivos emergen cuando las lesiones provienen de la zona pre-
frontal o para entendernos mejor, por la parte delantera (frente y parte frontal de la cabeza). Al golpearse esta parte, puede quedar levemente dañada la estructura cerebral. Estas lesiones suelen ser invisibles a ojos del profesional que realiza pruebas diagnósticas de imagen (radiografías, tomografías computarizadas etc).

Sin embargo, a pesar de no poder observarse lesiones evidentes, el niño o la persona puede evidenciar cambios en su manera de comportarse, un retraso palpable en las actividades escolares e incluso un enlentecimiento motor y verbal. Y es que el área pre-frontal acoge las funciones ejecutivas y permite la capacidad de ejecución, organización y supervisión del propio comportamiento.

 Pueden darse multitud de circunstancias. Hace tiempo tuve la oportunidad de ver a un niño de 6 años en consulta cuyo comportamiento se caracterizaba por la impulsividad, el movimiento, desobediencia y malas contestaciones a las figuras de autoridad. Este niño estuvo un mes sin acudir a la consulta después de tener un accidente en el coche que conducía su madre. Ambos salieron ilesos, aunque el niño recibió un golpe en la parte pre-frontal de la cabeza sin ninguna lesión aparente.

Los días siguientes en consulta, el niño mostró un comportamiento totalmente diferente. Había pasado de un comportamiento impulsivo y desobediente a otro totalmente calmado y tranquilo. Era palpable una lentitud de razonamiento, por lo que se iniciaron en él una evaluación de pruebas diagnósticas neuropsicológicas que pudiesen mostrar déficits en determinadas áreas, o relacionar el cambio a una posible maduración rápida del niño ante este acontecimiento traumático.

El caso de este paciente fue llamativo, ya que en líneas generales, tras un TCE, los investigadores exponen cambios de comportamiento dirigidos a la impulsividad, a la capacidad de inhibir respuestas y a la ausencia de conductas acordes a situaciones sociales aceptadas.
El control de la conducta y la regulación de las emociones se ven afectados. De hecho, los trastornos emocionales provocados por un traumatismo en la cabeza, suelen persistir más años que las dificultades cognitivas producidas.

Generalmente, el niño no suele tener consciencia de los cambios generados en él mismo, ni en sus cambios conductuales. Esta falta de consciencia puede dificultar o retrasar el proceso de rehabilitación.
En los casos en los que el niño si es consciente de lo sucedido y de las secuelas generadas en él mismo, la tristeza y algunas manifestaciones depresivas pueden emerger, así como un descenso considerable de su propia autoestima.

Los estudios e investigaciones hacen referencia también, a una relación entre los trastornos antisociales adultos de la personalidad y un traumatismo craneoencefálico en la infancia. De hecho, existen algunos casos de niños que tras sufrir una lesión cerebral comienzan a manifestar conductas psicopáticas e inadaptadas con el entorno. Desarrollan una tendencia general hacia el incumplimiento de las normas sociales.

Algunos autores como Muñoz-Céspedes y Tirapu, (2003), afirman que los trastornos de conducta y las alteraciones cognitivas en los niños que han tenido un TCE, podrán persistir a lo largo de su vida adulta en forma de dificultades y problemas de memoria,problemas de procesamiento linguistico, y complicaciones en sus relaciones sociales, así como en su ámbito  laboral.

Atención más individualizada en el aula.

Para algunas personas, incluso para los propios profesores, puede resultar llamativo que un niño de buenas notas y capacidades normales, comience a presentar problemas de atención y razonamiento. Especialmente cuando las secuelas físicas de algún tipo de golpe se encuentran ausentes.
La invisibilidad física de estas lesiones dificultan en muchos casos la comprensión de los problemas cognitivos desarrollados, dejando a un lado la atención del alumno por considerar que sus cambios se corresponden a malos comportamientos o circunstancias externas a la escuela.

Es muy importante que los profesores sean conocedores de estas posibilidades, y ante casos como estos, pregunten y averigüen si el niño ha podido tener algún golpe en la cabeza al que no se le haya dado importancia por no mostrar lesiones físicas.

En estos casos, el niño deberá recibir un tiempo de atención más amplio que equilibre la lentitud de su procesamiento mental, y se le ofrezcan explicaciones de manera segmentada, evitando el cansancio mental y compensando la falta de atención.

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