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AFRONTAR PÉRDIDAS. Saber decir "adiós" para poder decir "hola".

El terapeuta habrá caminado
por la senda de la pérdida en
 muchas otras ocasiones.

Imagen: Ypsilon13
Cada vínculo roto incluye un proceso de duelo que tarde o temprano permite afrontar la despedida, colocándonos en una situación de libertad para comenzar algo nuevo.

Toda relación afectiva genera un apego o sentir emocional agradable. Las sensaciones  surgidas tras la pérdida o la separación, provocan en todos nosotros una fractura difícil de manejar y de poder soldar. 
Comienza aquí un proceso de adaptación emocional singular, y más constante y frecuente de lo que creemos. 
El duelo está presente en toda nuestra vida. Las sensaciones desagradables de pérdida afectiva experimentadas en un proceso de duelo pueden darse no sólo tras el fallecimiento de una persona querida. Rupturas de pareja, amistades, despedidas familiares, pérdidas de trabajo, objetos... Existen un sin fin de razones y de pérdidas que nos sumergen en un proceso propio del duelo. Está claro que el grado de intensidad varía mucho de unos a otros y dependerá también del grado de unión y vinculación afectiva con aquello que se pierde o deja estar presente.

Muchos autores han hablado anteriormente de las fases que incluye el duelo. Fases por las que inevitablemente todos pasaremos, y que en independencia de su orden, deberemos ir dejando cerradas para poder emprender un nuevo camino de apertura hacia la situación existente, sin aquello que un día tuvimos. 
En la etapa de negación, no creemos lo sucedido, "no puede ser". La fase de protesta, da lugar a la rabia y la culpa. Emociones agresivas para uno mismo, mucha incomprensión y necesidad de luchar contra lo sucedido. La fase de tristeza, suele caracterizarse por el vacío interior y el llanto como vehiculización de toda esa energía que emerge.
También el miedo aparece. Miedo a lo desconocido, a aquello que seremos tras esa ruptura, o lo que haremos sin esa persona. Se trata de un miedo paralizante, difícil de gestionar por esas sensaciones de no poder soportar la situación nueva. 

Entender todo lo sucedido implica un beneficio a la persona. En algún momento necesitará de respuestas y razonamientos para comprender y poder cerrar una parte cognitiva importante. Tras la racionalización, la fase de aceptación emocional irá tomando cuerpo. A partir de aquí, podremos empezar a decir adiós y comenzar las etapas de cierre. Todo esto no es nada fácil, sin embargo, la persona podrá ir comprobando que el dolor comienza a transformarse. El perdón a uno mismo, a la otra persona, a la situación... se sitúan dentro de un camino a recorrer importante. Todo esto nos llevará a la gratitud y a la experimentación de nuevas sensaciones liberadoras y sanadoras, que si bien no eliminan el sufrimiento por lo sucedido, si integran una parte redentora esencial. 

El duelo para el profesional de la salud.

El psicoterapeuta debe ser conocedor del duelo, de sus fases, sus emociones… no sólo de una forma teórica, sino práctica en sus propias carnes. El terapeuta habrá caminado por la senda de la pérdida en muchas otras ocasiones, habrá sufrido y acogido sus emociones, para luego saber decir adiós en paz y libertad. A partir de aquí, podrá ayudar al resto a enfrentar las pérdidas de la vida.

El profesional ha de ser conocedor de toda esta realidad y es bueno que su posición vital incorpore una consciencia del movimiento de la vida, así como de la relación entre la vida y la muerte, siendo esta última algo absolutamente natural y certera, aunque tema bastante tabú y evitado en nuestra sociedad actual.

Con independencia de que el duelo se realice ante cualquier tipo de pérdida, podemos entender  que el mayor grado de duelo podría hacerse ante la muerte de una persona muy amada, y frente a esta situación, ¿qué es la muerte para el terapeuta?. ¿Algo horrible de lo cual mejor no pensar, o una parte esencial de nuestra propia vida? ¿Un final trágico o algo que puede ofrecer sentido a nuestra existencia?.

Entiendo que esta posición es algo que influirá enormemente en el paciente, captando éste sus posibles miedos, o la seguridad en algo a lo que todos, tarde o temprano llegaremos.


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