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Crecer en la adversidad. Imagen: jbloggs |
Tener un apego seguro, cultivar una buena autoestima, mantener hábitos saludables y armonizar la inteligencia racional con la emocional, son algunos aspectos clave para poner en juego mecanismos que permiten superar el sufrimiento.
Este término actualmente tan en boga no es moderno. Proviene de la física haciendo referencia a la resistencia de los metales bajo distintas condiciones adversas, a aquello que cuantifica la cantidad de energía capaz de absorber un material al romperse tras un duro impacto o a la flexibilidad que alcanzan al fundirse. Tiempo después, la psicología ha aplicado y traspasado el termino resiliencia a la personas, refiriéndose a la capacidad para enfrentar las adversidades. Ya sea en crisis personales, crisis de pareja o familiares, accidentes, enfermedades o duras pérdidas, la persona puede ser capaz de neutralizar esa complicada situación y quedar enriquecida. Sin embargo, frente a la adversidad, las reacciones de las personas acaban siendo muy diferentes. Una cuestión muy formulada como interrogante ante este tema refiere a la capacidad de algunas personas de salir fortalecidas del infortunio mientras que otras acaban enfermando y estancándose en un bucle sin salida de sufrimiento. Ante una misma situación exógena, unos reaccionan positivamente mientras que otros llegan a hundirse. Las respuestas son diferentes en cada persona, y la contestación al acto doloroso estará delimitada por las capacidades y fortalezas propias.
No nacemos siendo seres resilientes. La resiliencia es algo que debe ir construyéndose. Sin embargo hay personas que naturalmente desarrollan la capacidad de resiliencia y son capaces de usar en su favor y dar utilidad a su propio sufrimiento. La persona resiliente no se libra del dolor. La persona resiliente se vale del mismo sufrimiento para avanzar en su crecimiento personal.
¿Qué facilita ser una persona resiliente?
Existen factores primarios que facilitan la capacidad de ser capaz de crecer a pesar de las incidencias. Los vínculos seguros y satisfactorios tanto en la infancia como en la adolescencia son primordiales para generar un contexto seguro dentro de la propia persona. Somos seres sociales y como tal, necesitamos de otras personas que apoyen y ofrezcan posibilidades de desarrollo desde el momento de nuestro nacimiento. Una seguridad externa al individuo ayuda a soportar mejor los momentos difíciles de la vida. No se trata del acompañamiento en el momento del sufrimiento, sino del vínculo creado antes a la adversidad. Un vínculo seguro proporciona herramientas para superar el dolor, y además, saber actuar en futuras situaciones.
Un apego seguro a nuestro grupo de pertenecia, correcta autoestima, hábitos saludables, hacer uso del humor y favorecer una inteligencia emocional son aspectos facilitadores de un afrontamiento sano de circunstancias traumáticas. Cada situación de crisis va a encargarse de poner en marcha aquellos mecanismos aprendidos en el día a día.
Sin embargo, existen momentos en los que el exceso de estrés o un agotamiento alargado en el tiempo hacen desaparecer la capacidad propia de superación. Al suceder esto es necesario trabajar para incorporar nuevamente la energía y fuerza de sobreponerse. Importante es hacerse cargo del problema sin estancarse como víctima impidiendo dar salida al sufrimiento.
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