Tarde o temprano, los síntomas emocionales, cognitivos y conductuales aparecerán en todo niño carente de la relación de apego correcta Imagen: AD- Passion |
Todo bebé necesita para su correcto desarrollo personal una relación de apego intima, estable y segura. Cuando esto no sucede, la ausencia de respuestas a las necesidades del niño quedan grabadas dejando importantes huellas a nivel cerebral
El encuentro entre una madre y un niño
encuadra la creación de un vínculo emocional enormemente importante. El grado
de intensidad de ese vínculo creará en el hijo una respuesta fundamental y será
la base de futuros comportamientos, emociones y modos de vivir del niño,
anclados todos ellos a la capacidad creada de apegarse en ese ser que le da la
vida, y con ello su seguridad y el cimiento a sostener todo aquello que venga
después.
Puede exponerse
el apego como esa danza sutil y delicada, basada en la cercanía física entre
madre e hijo o entre la figura de apego correspondiente y el propio niño. A
través de la estimulación sensorio-motriz (olores, sabores, movimientos...), el
niño configura un espacio protagonizado por la seguridad. Contacto, caricias,
comunicación...La madre, a un nivel inconsciente e instintivo regula
constantemente los niveles de activación y los estados emocionales de su
hijo/a. Esto provoca calma, relajación y seguridad. El bebé percibe que
"en su madre", todo está bien.
En esta relación,
la madre arma el proceso que necesita realizar. Cada mirada es un placentero
intercambio, una constancia de unión y cercanía. En palabras de John Bowlby, psicoanalista
inglés y pionero en la investigación de la teoría del apego, "Un
niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas
obtiene un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad"
Según Bowlby, estas experiencias comunicativas
con la madre, al ser repetidas, quedan internalizadas en el niño como
estructuras internas. Tanto los actos de cariño o las respuestas a cada
necesidad del niño, así como la ausencia de ellos, quedan grabados en la
memoria.
El
trauma surge cuando el niño no obtiene la respuesta adecuada ante una
determinada necesidad, cuando existe una carencia de una experiencia que
necesita y esta misma no ocurre. "No soy escuchado y comprendido",
"no puedo confiar en las personas"...En muchas ocasiones, este
tipo de expresiones pueden ser el resultado de experiencias vitales en las que
el niño no ha sido atendido de manera correcta.
Cuando
las situaciones se caracterizan por el aislamiento, la falta de contacto físico
o apenas existe una estimulación emocional, sonidos, miradas, olores etc, el
sufrimiento, el miedo, la soledad o la vulnerabilidad serán algunas de las
emociones que el niño va a desarrollar como persona. Tarde o temprano,
los síntomas emocionales, cognitivos y conductuales aparecerán en
todo niño carente de la relación de apego correcta para su desarrollo y le
acompañarán muy probablemente a lo largo de toda su vida.
Algunas personas viven relacionándose siempre de una forma distante con el resto, no suelen pedir ayuda ni exponen sus demandas con el fin de no verse expuestos al rechazo. Otras se manifiestan de una forma totalmente contraria. Crean unos vínculos emocionales basados en la dependencia y el miedo a obtener cualquier tipo de abandono. Muy posiblemente en todos ellos exista un origen de apego inadecuado, y con ello trastornos de conducta, a nivel cognitivo y emocional.
María Elena Aduriz, Psicologa clínica de Buenos Aires y ponente en el 13th Congreso EMDR Europa, celebrado en Madrid el pasado mes de Junio, en su exposición EMDR
in children whith attachment disruptions, afirma que:
"la
información en el niño se conforma de experiencias reales de un tipo de apego
negativo (hablo a mamá y ella no responde). Estas se repiten una
y otra vez. Existe una falta de adecuadas experiencias y esto produce en los
niños un fallo en la base de su identidad. No valoran sus propias emociones
porque no han sido validados en aquello que sienten, ven o viven".
Articular
intervenciones terapéuticas es importante para hacer frente a
situaciones provenientes de un apego desorganizado o inadecuado. Trabajar tanto
con los padres como con el niño será un aspecto clave en cualquier modelo de
intervención.
El psicólogo,
terapeuta o profesional deberá proveer al niño de un lugar seguro, confiable y
predecible. Uno de los principales objetivos será el de construir experiencias
positivas y que esa nueva información empiece a ingresar en las redes de
memoria de cada miembro de la familia (Padre - madre - hijo/a), generando de
esta manera cambios necesarios y beneficiosos.
Trabajar
la idea de que cada padre a su vez tiene unos padres, de los cuales ha obtenido
un tipo de relación de apego diferente también es importante. Los padres tienen
un pasado como referencia y problemas de apego reflejados en la pareja y en el
propio hijo. Crear un entendimiento del origen de muchas situaciones y
comportamientos permitirá que el hijo en este caso, pueda comprender que el
comportamiento de sus padres no fue intencionado. De esta manera aflorará una
aceptación y comprensión tal que el avance, la mejora y la sanación, permitan
un cambio positivo en la vida de todos los miembros.
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