Toda la información se va transmitiendo de generación en generación. Imagen: jaz1111 |
Esta llamativa afirmación
parte de Carl Gustav Jung, psiquiatra y psicólogo suizo, fundador de la escuela
de Psicología analítica.
El
mensaje es claro. La enfermedad en sí ofrece claves que en un primer momento
podemos no comprender. Cierto es que el vínculo entre la enfermedad y la psique
o los estados emocionales no es algo que se haya descubierto recientemente.
Digamos que siempre hemos estado al tanto de esto de una manera más o menos
consciente, y si bien, a la hora de la verdad, no solemos prestar mucha
atención.
La
enfermedad puede ser definida como una alteración del funcionamiento normal del
organismo, así como algo que perturba y daña a la persona física y
mentalmente. Existen otras perspectivas que definen la enfermedad o el síntoma
como una respuesta biológica, es decir, algo que emerge desde el propio
organismo como réplica o resolución ante algo que ha sucedido.
¿Somos conscientes de todo lo que nos pasa?
Evidentemente no, pero prestando atención es posible comenzar a detectar las
causas de determinados dolores, lesiones o enfermedades.
Cuando
nos duele la cabeza solemos darnos prisa en conseguir alguna pastilla que nos
calme el dolor. Esto está muy bien, pero ¿cuántas veces reparamos en aquello
que haya podido suceder justo antes de que nos empezara a doler la cabeza? Está
claro que ese dolor puede reflejar un estado de estrés o de cansancio. Existen
otras situaciones en las que el ambiente no supone una situación de cansancio.
¿Por qué nos duele la cabeza en esos momentos? ¿Qué tipo de conversación he
mantenido y con quién? ¿Qué pensamientos? ¿Qué ha pasado? ¿Qué supone esa
persona para mí?...
Todas
estas preguntas pueden reconducir al origen provocador o generador de lo que
puede ser un dolor de cabeza, y no se trata de culpar a lo externo de mi dolor,
sino de comprender qué es aquello que se ha producido en uno mismo para que esa
información se centre en una parte determinada de nuestro cuerpo y se manifieste
en forma de dolor.
Es
curioso como el dolor nos incapacita, nos impide continuar con nuestras labores
cotidianas. ¿Acaso no es una forma brusca de detenernos? ¿Una respuesta de
supervivencia? ¿Una forma de reconducirnos por otro camino o de mostrarnos que
hasta que no se resuelvan determinados conflictos, no va a ser posible avanzar?
Esto
es lo más llamativo de todo. Existen ocasiones en las que una persona puede
sentirse estancada en algún aspecto determinado de su vida. Puede mantener
dolores, enfermedades o sensaciones, sin conocer las razones por las que no se
produce la curación o el cambio. Sigue siendo sorprendente como la sanación
llega cuando se comprenden determinadas informaciones y se toma consciencia de las
mismas.
Y
puede no ser tan sencillo como seguir el camino descrito para saber por qué nos
ha empezado a doler la cabeza en un momento puntual. Es posible que nuestros
bloqueos y síntomas provengan de cuestiones más complicadas y antiguas. Esto
empieza a ponerse interesante. Acaso, ¿mi historia familiar no tiene que ver
conmigo?. ¿Cómo es posible que lo vivido, pensado y sentido por un miembro
anterior de nuestra familia pueda estar provocando una sintomatología en
mí?
Lo que
es callado en la primera generación, la segunda lo lleva en el cuerpo.
Todo
síntoma tiene un sentido, una utilidad biológica y por tanto adaptativa. Cada
acontecimiento incluye una codificación, es decir, una carga de información que
se recibe e interpreta aunque sea a nivel inconsciente. ¿Y qué historia existe
detrás de la propia historia de una persona?
Existen
diferentes metodologías que se ocupan de comprender los aspectos que se
esconden detrás de determinados síntomas y que corresponden al ámbito
genealógico o familiar. Todos conocemos lo que es el árbol genealógico. Todos
tenemos uno propio formado por nuestros hermanos, padres, abuelos, bisabuelos,
etc.
Las
constelaciones familiares por ejemplo, permiten la toma de consciencia de
aspectos no conocidos por el paciente en su núcleo familiar, incluso
no habiendo conocido personalmente a determinados miembros del clan
familiar.
A
través del árbol genealógico, podemos acceder también a informaciones
"ocultas" y que a nivel consciente no podemos ver, sin embargo a
nivel inconsciente siguen manifestándose.
En
Bioneuroemoción (metodología usada para optimizar tratamientos médicos o
terapéuticos) se pretende llegar a la emoción oculta asociada al síntoma. Uno
de los aspectos que se trabajan engloba lo que se denomina el "transgeneracional". Se
trata de aquello que pasa de una generación a otra, o de un miembro a otro de
la familia. Por ejemplo, la psicogenealogía, en su estudio
del árbol genealógico y su influencia en nosotros, parte de la
premisa de la existencia de comportamientos inconscientes transmitidos de
generación en generación que en ocasiones, pueden impedir el desarrollo sano de
la persona que lo hereda o carga con ello.
La información está en el ambiente y
en nosotros mismos.
"Si
quieres conocerte, acércate a tu árbol", nos dice Alejandro Jodorowsky.
Y es que en nuestra familia podemos encontrar secretos, vergüenzas,
tabúes, silencios...
Todo esto es lo que no solemos saber.
Es información no transmitida de forma oral. Es algo que no suele contarse y
sin embargo se transmite a nivel inconsciente. La información está en el
ambiente y en nosotros mismos.
Casos de
enfermedad mental, infidelidades, hijos no reconocidos, abortos, incestos o
abusos... Secretos guardados que crean un océano insano de traumas y conflictos
para los nuevos miembros de la familia. Y entonces surge la enfermedad, pero no
como la solución del problema, sino como la invitación a enfrentar el conflicto
familiar no conocido. La sanación del árbol pasa por eliminar la
repetición, comprenderla, o repetirla en una forma positiva.
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