ADICCIÓN Y CONSUMO. Para ganar conciencia, hay que estar dispuesto a contactar con las zonas desagradables de la experiencia y redescubrirlas.
Según los datos epidemiológicos, el alcohol es la droga más utilizada en la población, disfrutando a la vez de una gran aceptación social.
El consumo de alcohol anestesia las sensaciones. Imagen: Carne Griffiths |
Existen autores que describen el alcoholismo como un trastorno crónico del
comportamiento, manifestado por la ingestión repetida de bebidas alcohólicas
que superan las costumbres dietéticas y sociales de la comunidad y que
interfiere en la salud y en el funcionamiento social del individuo. Mucha de la
información recopilada sitúa al alcoholismo como una entidad con síntomas
característicos y un origen complejo y multifactorial.
Las teorías del aprendizaje o teorías conductistas,
comprenden el alcoholismo como un proceso de adquisición de un hábito de
consumo. La conducta de beber, se explicaría por tanto como el resultado de
obtener una recompensa o estado afectivo positivo, provocado por el alcohol, o un estado
negativo a causa de la ausencia del mismo.
Toda esta información es muy útil, sin embargo, puede resultar incompleta
ya que no tiene en cuenta aspectos psíquicos y sociales inherentes a cualquier
patología.
Existen intervenciones de tipo social que sitúan el
alcoholismo como una enfermedad crónica e incurable, de ahí la común expresión
y creencia bastante extendida de “una persona alcohólica, siempre será
alcohólica”. Si bien, en este caso, la persona en rehabilitación se esforzará
constantemente en no caer de nuevo en el consumo, experimentando una lucha
infinita en su día a día y con la resignación y aceptación de que eso, no podrá
ser modificado.
Por otro lado, corrientes más psicoanalíticas,
consideran el alcoholismo como un síntoma o reflejo de una neurosis más
profunda relacionada con dificultades emocionales y generalmente ligadas a
problemas del ámbito familiar o social. Para la persona, estas dificultades
hallarían una salida a través de la evasión provocada por el consumo de
alcohol.
Esta perspectiva de síntoma, más que de enfermedad, permite a la psicoterapia tratar
el alcoholismo a un nivel más profundo y personal, permitiendo un cambio o
resolución permanente, en la medida que el conflicto interno quede resuelto. Estudios y
seguimientos rigurosos en pacientes con adicción, demuestran que la ausencia de
recaídas, como la desaparición de la compulsión de consumo, es real.
Según el Análisis transaccional, el inicio del alcoholismo y su
mantenimiento, se da debido a problemas de comunicación. Beber implicaría un
juego psicológico que serviría de refuerzo positivo para la persona, implicando
a su familia y a su entorno. El alcoholismo sería una forma de interacción, y
sus consecuencias, una excusa para su comportamiento. Por ejemplo, “lo hice
porque estaba borracho”, o mensajes con doble sentido, “No bebas” (pero se
dejan bebidas en la nevera). Analizar el tipo de relación, así como las
transacciones existentes, permitiría un análisis más profundo de la situación
del paciente, y la adquisición de nuevas pautas de interacción facilitaría el
desarrollo de la recuperación.
Darse cuenta y proceso terapéutico.
A medida que se avanza o profundiza en las causas del alcoholismo, podemos
comenzar a observar la importancia de la experiencia interna de la persona. Con
independencia a la gran cantidad de teorías que ofrecen explicaciones de esta
problemática, cuando nos situamos frente a frente a una persona que consume o
ha consumido de una manera no sana, obtenemos de su discurso pistas que nos
indican las bases reales de ese consumo. “No me siento bien”, entonces bebo y “me
siento bien por un rato”. “Me cuesta afrontar los problemas”, entonces bebo y
“puedo continuar, me olvido”, etc.
Estas afirmaciones ya indican un nivel de conciencia considerable para la
persona, pues en los primeros estadios del consumo problemático de alcohol, los
pacientes se caracterizan por esa ausencia de conciencia de que algo no va
bien. Es más, una persona puede llevar años consumiendo y obteniendo graves
consecuencias para sí mismo y su entorno, y no observar problemática alguna en
la situación.
Imagen: Federico Uribe |
Trabajar en la propia terapia de rehabilitación de un amplio grupo de
personas en un proceso de recuperación de consumo, me permitió identificar que
existe un paso previo y fundamental para la sanación.
Esta premisa fundamental no es otra que: EL DARSE CUENTA.
Una premisa esencial, que al emerger en la persona, dará pie al comienzo
del proceso de sanación. Un proceso en el que la voluntad y responsabilidad del
paciente serán claves, y que a través de ese “darse cuenta”, los pasos que se
den serán más firmes y sólidos.
Cuando menciono el concepto de “darse cuenta”, muy propio de la terapia
gestáltica, hago referencia al hecho de que la persona con adicción al alcohol,
es invadido de una manera repentina, de un golpe de conciencia.
Cuando este “darse cuenta” no emerge, el paciente está sumergido en un
estado de negación. Es incluso posible que el paciente acuda a terapia, pero esta acción
suele responder a la obligación impuesta por algún familiar, que en forma de ultimátum, exige a la
persona que acuda a la misma. La terapia se convierte por lo tanto, en algo
impuesto a lo que el paciente accede “para que le dejen tranquilo”, y como es
de esperar, el proceso terapéutico no produce o por lo general, no suele
producir ningún tipo de efecto. No es hasta que este “darse cuenta” emerge en
el paciente de forma natural y espontánea, cuando uno se sitúa en la posición
de emprender la recuperación.
Frizt Perls,
creador de la Terapia Gestalt, hace referencia al concepto de
“darse cuenta” denominándolo como “la melliza desdibujada de la atención”. Una
percepción más relajada y corporal, sin dejar de incluir, aunque en menor
medida, la esfera mental.
John O.
Stevens, en su obra El darse cuenta. Sentir, imaginar, vivenciar; describe tres
tipos o zonas de “darse cuenta”. En primer lugar menciona el darse cuenta del
mundo exterior, representado por el contacto sensorial actual con objetos y
eventos en el presente. En segundo lugar, encontraríamos el darse cuenta del
mundo interior, reflejado en el contacto sensorial con eventos internos en el
presente. Como por ejemplo, lo que ahora siento en mí, manifestaciones físicas
de mis sentimientos y emociones, sensaciones de molestia, tensiones musculares
etc.
Por último,
encontraríamos el darse cuenta de la fantasía, referido a toda la actividad
mental que va más allá de lo que ocurre en el presente. Explicar, imaginar,
adivinar, pensar, recordar el pasado, planificar, anticipar el futuro...
Y es que,
cuando una persona, en su proceso de rehabilitación de consumo de alcohol,
comienza a tomar consciencia de su propio proceso, sensaciones, pensamientos,
emociones, acciones etc., empieza a descubrir como evita, bloquea, interrumpe o
falsea todo su propio funcionamiento.
Empezar a
conocerse a sí mismo, enfrentar las carencias, aceptar con amor las heridas
emocionales pasadas, la inseguridad, estados de tristeza, miedo, rabia, o modos
de relación, pasa por darse cuenta de la situación interior y exterior de cada
uno.
De hecho, y
de una manera paradójica, el consumo de alcohol aleja a la persona de ese darse
cuenta de su mundo, ya que anestesia las sensaciones,
emociones o
pensamientos que pueden emerger. Parece que quieren perder el contacto con una
parte desagradable de su vida, arrastrando con ello la posibilidad de poder
contactar también con lo que sí es agradable.
Para ganar conciencia, es bueno estar dispuesto a contactar con esas zonas
desagradables de la experiencia y redescubrirlas. Esto no es algo
sencillo, pues la persona con alcoholismo se encuentra alterada a nivel físico
y emocional. El alcohol es el daño y al mismo tiempo la solución a ese daño,
creándose un círculo vicioso progresivamente destructivo.
No darse
cuenta, implica perder el contacto con nosotros mismos y con el entorno. Estas
personas saben muy bien como es experimentar esto, y en muchas ocasiones, tarde
o temprano, la vida les sitúa en un darse cuenta repentino que les empuja a
buscar el cambio y la recuperación.
Suelen ser
los conflictos externos los que les ponen por delante lo que no ven
internamente, (conflictos familiares, económicos, laborales, delincuencia,
violencia…).
Tal y como
describían los pacientes del grupo de terapia en numerosas ocasiones, sus
“darse cuenta” podían consistir en un hecho exterior grave o bien, sin
importancia, pero sin embargo para ellos, era algo que superaba su capacidad de
afrontamiento, lo que les llevaba a acceder o a pedir la ayuda necesaria. Desde
un accidente de coche, quedarse dormidos al volante, un despido del trabajo, el
abandono real de la familia, o hasta un pequeño gesto de rechazo de una niña
pequeña que no quiere besar a su abuelo por el olor a alcohol que desprende.
Se trata, por lo general de episodios externos que sitúan a la persona en
un breve estado de shock donde la ausencia de contacto con uno mismo
pasa a contactar precisamente con la necesidad de cambio y de ayuda. Parece ser que
sus problemas de salud o angustia psicológica no les causen impacto en un
primer momento o se extiendan hasta niveles suficientemente grandes como para
generar ese shock.
Una vez llegados a este punto, el paciente emprende un camino hacia
delante.
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